Tonterías sobre la Universidad de Salamanca, las justas
Me quedo perplejo al enterarme que un líder de un partido político español ha aprovechado un acto social en Washington para tachar a la Universidad de Salamanca, Bolonia o Harvard de «ser máquinas de censura, coacción, adoctrinamiento y antisemitismo».
Me temo que la Universidad de Salamanca no escuchaba tamaña barbaridad desde que el legionario Millán Astray profirió en 1936 aquel infame “Muera la inteligencia”.
Como es de bien nacidos ser agradecido con la Universidad de Salamanca, y además hay que enseñar al que no sabe, me atrevo a tildar tales afirmaciones de temerarias y fruto de la ignorancia.
Veamos.
¿Cómo se ejerce esa censura, coacción, adoctrinamiento y antisemitismo?
¿Acaso ignora quien denuncia esa supuesta labor inquisitorial, que las universidades son el reino de la libertad de cátedra, de la libertad de estudio e investigación?
Son tres libertades que, en el caso de España, tienen rango de la autonomía universitaria que las sustenta, y son el motor de la creatividad, del espíritu crítico y de la sana ciencia. O como dijo la sentencia del Tribunal Constitucional de 27 de febrero de 1987:
Si la protección de estas libertades en su vertiente individual de libertad de cátedra y de libertad de enseñanza está garantizada directamente por la Constitución en los arts. 20.1 c) y 27.1, respectiva-mente, lo está también en su vertiente colectiva o institucional a través de la autonomía universi-taria.
Puedo hablar con conocimiento de causa, desde primera línea, pues en la década de los noventa tuve el honor de desempeñar el cargo de letrado-jefe de los Servicios Jurídicos de la Universidad de Salamanca, y me enorgullezco de contarme entre sus antiguos alumnos, además de doctorarme por la misma.
Desde esa privilegiada atalaya afirmo que jamás tuve que afrontar jurídicamente en la comunidad universitaria, ningún problema de queja por adoctrinamiento o censura por parte de las autoridades académicas o de los profesores hacia los alumnos. Ni expedientes disciplinarios por tal razón. Ni un solo caso. La libertad de cátedra era sagrada y cobijaba puntos de vista dispares e incluso que podrían tildarse de cuestionables, pero la Universidad de Salamanca siempre apostó por la tolerancia y no por la intransigencia.
Habrá buenos y malos profesores, clases magistrales y clases lamentables, y goteo de soberbia o irregularidades propias de una colmena bulliciosa, pero en lo que se refiere a libertades, la legislación orgánica universitaria, los Estatutos de cada universidad y los órganos de garantía participativos siempre han garantizado una atmósfera de libertad, no solo en la Universidad de Salamanca, sino en todas las universidades públicas españolas.
Desde la democracia, y tras la Ley de Reforma Universitaria de 1983, en línea con las leyes que le han sucedido, la libertad de cátedra y estudio han sido intocables. No se ha sancionado a nadie por no seguir un ideario o ideología, ni nadie se ha sentido acosado por sus ideas. Podrán existir quejas de endogamia académica (con sus ventajas e inconvenientes) o del modo y medios disponibles, pero nadie puede afirmar sin faltar a la verdad, que la Universidad de Salamanca le haya impuesto una creencia u orientación ideológica, ni a sus clases ni a su investigación.
Lo que afirmo es cierto y reto a quien diga lo contrario a que aporte acuerdos o resoluciones de órganos de gobierno universitarios de la Universidad de Salamanca, unipersonales o colegiados, que en los últimos cuarenta años hayan impuesto doctrinas al profesorado o a los alumnos. La Universidad de Salamanca crea ciencia y fomenta la cultura, con altos estándares científicos y velando por la verdad.
Decir en un foro internacional (en Washington) que la Universidad de Salamanca reescribe la historia o que promueve ideologías criminales, es un delirio expresivo que resulta palmariamente injusto confundiendo churras y merinas, o algunos monasterios medievales con las universidades públicas actuales, y demostrando ignorar que ya el mismísimo presidente de EE.UU. Calvin Coolidge afirmó tempranamente que “Es más fácil controlar el Congreso que una facultad universitaria”.
Y si alguien dice lo contrario, o comete la torpeza de difamar a la Universidad de Salamanca, que es el buque insignia de la educación superior en Iberoamérica, da la razón al viejo dicho: “Quod natura non dat, Salmantica non præstat”.
En definitiva, como recuerda el castizo dicho, «ofende quien puede, no quien quiere», especialmente cuando curiosamente se honra a la Universidad de Salamanca al calificarla en paridad con la universidad de Bolonia o Harvard. ¡Inmejorable compañía!
Aunque debo reconocer que la Universidad de Salamanca es sospechosa… de garantizar las libertades. Por eso parafraseando al filósofo Wittegenstein «de lo que no se sabe hablar, mejor es callarse».